miércoles, 15 de mayo de 2019

¿Es adecuado reducir la hospitalización en pacientes institucionalizados?
Revista Española de Geriatria y GerontologiaVol. 46. Núm. 5.
páginas 237-286 (Septiembre - Octubre 2011)«El gran envejecimiento de la población está también en la causa y en la complicación de la crisis económica», manifestaba en fechas recientes un alto dirigente sanitario de nuestro país. Así, no es de extrañar que la costosa hospitalización de las personas mayores esté cada vez más en entredicho, y se busquen formas y alternativas para poder evitarla, contribuyendo de esta forma a la «sostenibilidad del sistema sanitario», dicen. Desde la Geriatría conocemos esos costes y los riesgos de los hospitales. Pero también sabemos de sus insustituibles ventajas y de que, sin duda, el mayor riesgo de la hospitalización es la no-hospitalización del anciano cuando se precisa. Además, es precisamente la persona mayor quien mejor utiliza los servicios de urgencia de los hospitales y la adecuación de sus estancias hospitalarias. Todo ello es compatible con la permanente búsqueda de la eficiencia asistencial y la optimización de unos recursos siempre limitados.
Para reducir la hospitalización de los pacientes ancianos, en este caso, de los que viven en una residencia, se pueden elegir tres caminos: uno, mejorar las prestaciones de la institución; otro, optimizar los ingresos hospitalarios; un tercero sería restringir los criterios de hospitalización.
Ya hay experiencias contrastadas que han utilizado el primero de los caminos. A destacar dos. En EE.UU. la calidad de las residencias geriátricas colaboradoras del Medicare y Medicaid mejoró con la aplicación del RAI (Resident Assessment Instrument), identificando causas tratables de problemas comunes. Las restricciones físicas disminuyeron un 25% y el uso de catéteres un 29%, al tiempo que se redujo el descenso de las actividades de la vida diaria (AVD) en participación social y de las funciones cognitivas, a todo lo cual se achacó la disminución de la hospitalización en un 26% (del 20,5% anual en 1990 al 15,1% en 1993), sin cambios en la mortalidad o en las altas1. La otra experiencia, más reciente, es la aplicación del programa Evercare en las nursing homes norteamericanas, detectando y actuando sobre ancianos vulnerables, reduciendo a la mitad la hospitalización del grupo de intervención respecto al control (2,4% al mes vs. 4,6%), suponiendo un ahorro de hospitalización por año y enfermera de 103.000$2. Actualmente se está llevando a cabo en el Reino Unido una adaptación del programa Evercare3.
En nuestro entorno se está haciendo más énfasis en el segundo y tercer camino. Conocida es la escasez de medios de muchas de nuestras residencias. Se ha señalado que la atención a la larga estancia es un área infrafinanciada y con recursos insuficientes en la mayoría de los países europeos, donde la mayoría de las personas mayores no reciben antes una valoración integral para determinar su potencial terapéutico y de rehabilitación, lo que hace que, con frecuencia, se pase por alto la complejidad de sus necesidades de asistencia sanitaria y social4.
Los servicios de urgencias hospitalarios (SUH) están abiertos las 24 horas del día 365 días al año. Son un nivel asistencial clave para atender a las necesidades sanitarias urgentes de los ancianos. Esas necesidades, y siguiendo los criterios de Atención Primaria son, entre otras, situaciones clínicas tan frecuentes como: insuficiencia cardiaca crónica con aumento de disnea, sospecha de intoxicación digitálica, de tromboembolismo pulmonar, de angina o infarto, neumonía, EPOC con signos de insuficiencia respiratoria, sospecha de ictus o infecciones5. Por lo tanto, es lógico su amplio uso por las residencias de ancianos. Así, en una reciente revisión sistemática se ha visto que el 30% de los residentes son remitidos anualmente a un SUH, de los cuales al menos el 40% son ingresados en el hospital, siendo el casemix muy variado lo que impide comparar los estudios publicados, por lo que es fundamental seguir investigando en este campo6.
Son bien conocidas las dificultades que existen para llevar a cabo una adecuada valoración geriátrica integral en un SUH, debido a la escasez de tiempo disponible y a la alta presión asistencial. Todo ello para tomar decisiones tan importantes como, por ejemplo, que más del 90% de los ingresos hospitalarios procedan de ahí. De las diferentes experiencias llevadas a cabo para adecuar los SUH a los ancianos, son las diferentes formas de gestionar algunas camas con tiempos de estancia muy breves las más eficientes. En una experiencia, con todos los niveles asistenciales geriátricos disponibles y una adecuada coordinación asistencial en el área, el tiempo medio de estancia fue de 37 horas, el 35% de los pacientes procedían de residencias, de los que ingresaron un 28%, reduciéndose en un 18% los ingresos totales en la Unidad Geriátrica de Agudos (UGA)7. En otra experiencia similar se demostró que una pérdida funcional al ingreso (PFi) superior o igual al 20% del índice de Barthel basal o del 35% del índice de Lawton, era siempre causa de ingreso hospitalario8. Quizás a caballo entre la optimización y la restricción pueda estar otra experiencia, llevada a cabo también desde el ámbito de la Geriatría, donde eran revalorizados por un geriatra los pacientes mayores de 75 años con importante dependencia funcional y/o mental establecida, y que ya tenían indicación de ingreso hospitalario según los médicos del SUH. De esta manera se evitó el ingreso al 62,3% de los mismos, una tercera parte de los cuales volvieron a su residencia de origen. Los propios autores reconocen como limitación del estudio el no seguimiento de los pacientes no ingresados9.
El tercer camino, el de la no-hospitalización por criterios previos establecidos es, probablemente, el que más simpatías y apoyo tiene desde la macroeconomía de la salud, pero necesita de la justificación, pretexto o coartada de una base científica. Y parece que en esas estamos. Si se amplían los criterios de terminalidad, disminuirán los márgenes de recuperación, condición básica para justificar la hospitalización. En este sentido apunta un trabajo multicéntrico que se está llevando a cabo en nuestro país y conocido como «Proyecto PALIAR». Asume como criterios de inclusión, entre otros, un índice de Barthel menor de 60 puntos, o un Minimental menor o igual de 18 puntos, o un test de Pfeiffer mayor o igual de 7 puntos, o una insuficiencia cardiaca crónica con un grado III de la NYHA o superior,… En cualquiera de estas circunstancias se pasaría a situación de terminalidad si apareciera algún evento nuevo como por ejemplo: úlceras por presión, disfagia, o desnutrición grave, … Eso sí, es necesario que «al médico del paciente no le sorprendería que el enfermo falleciera en los próximos 6 meses»10. Incluso cuando los criterios de terminalidad están claros, se debe de ser enormemente prudente a la hora de decidir, como directriz avanzada, la orden de no-hospitalización, pues ya se han comunicado situaciones de pacientes con necesidades puntuales y breves, donde al seguir estrictamente dicha orden en las residencias, han planteado problemas éticos importantes en algunos estados norteamericanos11, algo que muy probablemente ya esté pasando en algunas partes de nuestro país, especialmente donde existe el respaldo de algunas legislaciones recientes que lo favorecen.
En el presente número de Regg Díaz-Gerúndez et al. publican un trabajo que, afortunadamente, escoge el primer camino de los antes mencionados12. Son 10 las residencias cuyos ancianos se benefician de una intervención tan básica como necesaria e importante. Los resultados, en comparación con el grupo control, son enormemente agradecidos y casi espectaculares: disminuyen la demanda de atención en el SUH, los ingresos hospitalarios y el consumo farmacéutico; en las 14 residencias del grupo control aumenta todo. Quizás sin pretenderlo, los autores ponen en evidencia la necesidad que existe de aumentar la calidad asistencial y los medios en, el importante mundo de las residencias de ancianos.
Hace ya 76 años que la Dra. Marjory Warren asumió el cuidado de 858 pacientes ancianos aparentemente crónicos y terminales. Gracias a que su trabajo lo pudo desarrollar en el medio hospitalario, sus resultados fueron revolucionarios y pudo nacer la Geriatría13. Hoy ya tenemos evidencia científica clara de que todas las personas de más de 70 años, que son atendidas por la Geriatría hospitalaria, con criterios de ingreso amplios en edad y dependencia, procedan de domicilio o de residencia, se benefician significativamente de esa atención específica; al menos en menor pérdida funcional al alta y en una mayor reinserción en la sociedad14. También sabemos que los que más se benefician de la hospitalización, con mediciones objetivas, son los ancianos con fragilidad y con gran pérdida funcional al ingreso o en gran riesgo de perderla15. Pero no sólo ellos. Los que llenan las residencias, muy ancianos, pluripatológicos, con algún grado de dependencia,… no deben de dejar de acudir al hospital e ingresar siempre que lo precisen. Trabajar coordinados o integrados entre los dos niveles (residencia/hospital) es algo prioritario. Si no lo hacemos nosotros otros lo harán. Ya lo están haciendo.

martes, 14 de mayo de 2019

Cuando los síntomas psiquiátricos reflejan otras enfermedadesAutor: Welch KA, Carson AJ Clinical Medicine 20 21081 V7o Vl o1l8 1, 7N, No 1:80–7
La disfunción cerebral asociada con ciertas enfermedades puede originar cualquier síntoma psiquiátrico: siempre hay una posibilidad de que síntomas presuntamente psiquiátricos en realidad se puedan explicar por patologías médicas no identificada
Numerosos trastornos clínicos o neurológicos pueden producir alteraciones del estado mental, es decir que se pueden disfrazar como síndromes psiquiátricos.
En este artículo se proporciona orientación para ayudar a los médicos a identificar cuándo la alteración del estado mental se debe a un problema clínico o neurológico subyacente. Los autores se centran sobre las manifestaciones de agitación, perturbación emocional o síntomas psicóticos, pero sin brindar un listado exhaustivo de diagnósticos médicos diferenciales.
En cambio se resume el enfoque general de estos casos y se destaca cuándo los médicos deben estar especialmente atentos a posibles enfermedades de base. Los autores tampoco analizan la escasa atención médica que reciben los pacientes psiquiátricos.
Las estadísticas son impactantes: el trastorno psiquiátrico mayor se asocia con una reducción de la expectativa de vida de 10–15 años. El exceso de mortalidad se atribuye predominantemente a enfermedades clínicas.
Si bien la atención médica de los pacientes con enfermedad mental en los hospitales generales ha recibido recientemente mayor atención, esta emergencia moral merece su propio artículo.
Puntos clave
  • La alteración del estado mental en pacientes hospitalizados es deliriumhasta demostrar lo contrario.
     
  • Las condiciones psiquiátricas tienden a desarrollarse insidiosamente en lugar de durante horas o días.
     
  • Un examen físico y neurológico completo, cognitivo básico, evaluación y exámenes de sangre de rutina deben ser emprendidas en todos los pacientes que presenten síntomas psiquiátricos de inicio reciente.
     
  • La evaluación cognitiva es fundamental para la identificación de delirium y / o encefalopatía, con deterioro en las pruebas de atención sostenida teniendo particular sensibilidad.
     
  • Encefalitis límbica, especialmente el anticuerpo receptor de NMDA encefalitis, debe considerarse como un diagnóstico diferencial en primeras presentaciones de psicosis

Cómo evitar los diagnósticos equivocados
Cuando se pasan por alto las causas médicas de la alteración del estado mental las consecuencias pueden ser catastróficas, porque la enfermedad subyacente no recibe tratamiento.
Los datos sobre la frecuencia con que esto sucede son limitados, pero la serie de casos de Johnson que informa que el 12% de hospitalizaciones psiquiátricas consecutivas sufrían alguna enfermedad física no identificada previamente, sigue siendo una lección conveniente.
En ausencia de datos fiables es razonable recurrir a la experiencia clínica, que sugiere que los putos siguientes son esenciales para prevenir la atribución errónea de los síntomas a etiología psiquiátrica.
• Pensar en el delirio
En los pacientes hospitalizados, el delirium es la causa se alteración del estado mental hasta que se demuestre lo contrario. Sin embargo, a menudo se lo pasa por alto y no se da importancia a sus manifestaciones polimorfas o se las confunde con una psicosis.
En su forma hiperactiva más florida (de la que el delirium tremens es el arquetipo), los pacientes están excitados, alucinan y experimentan delirio persecutorio.
Se puede confundir con esquizofrenia o, debido a que los trastornos del sueño pueden ser prominentes, incluso con manía. No obstante, el delirium hipoactivo es la manifestación inicial más frecuente; estos pacientes a menudo no son detectados o el letargo y el retraso psicomotor se confunden con la apatía y el retraimiento de la depresión grave.
Se puede evitar el diagnóstico equivocado si se recuerda que el delirio se caracteriza por su inicio brusco, la alteración del nivel de consciencia y el curso fluctuante, características que también lo distinguen de la demencia. El deterioro de la atención, asociado con desorientación, es el principal dato clínico. Se lo puede identificar a través de pruebas sencillas a la cabecera del paciente.
Como mínimo, se debe examinar formalmente la orientación en tiempo y espacio y la atención sostenida. Esta última se puede examinar pidiendo al paciente que cuente de siete en siete, desde 100 hasta 1 o que nombre los meses del año de atrás para adelante. A menudo se pueden hallar otros trastornos cognitivos, (especialmente la memoria, y las funciones ejecutivas y visuoespaciales).
El pensamiento es confuso, el sueño fragmentado y puede haber trastornos perceptuales, especialmente alucinaciones visuales. Existen numerosas herramientas validadas de pesquisa (por ej 4AT, www.the4at.com ) y se las debería emplear con más frecuencia.
Los pacientes con psicosis esquizofreniforme o maníaca en general están bien orientados y conservan la memoria reciente. Aunque se distraen con facilidad, no tienen la gran alteración de la atención propia del delirio.
En los trastornos ‘psiquiátricos’, las alucinaciones en general son más auditivas que visuales.
Las causas de delirium que suelen pasar desapercibidas se detallan en el Cuadro 1. Aunque es necesaria su interpretación por un especialista, se puede emplear el electroencefalograma para distinguir los trastornos metabólicos y otras enfermedades sistémicas de las patologías endocraneales.
Cuadro 1. Causas de delirio que pueden pasar desapercibidas
Causa
Presentación
Detección
Agresiones leves en un contexto de cerebro vulnerableDelirio hipoactivo, hiperactivo o mixtoPresencia de factores de vulnerabilidad: demencia, daño cerebral
Estado no convulsivoConfusión episódica de inicio bruscoEEG, antecedentes de epilepsia, sintomas motores
Síndrome de abstinencia alcohólica, delirium tremensDelirio hiperactivo, activación simpática (taquicardia, sudoración), alucinaciones visualesAntecedentes de alcoholismo, alteraciones del hepatograma y del volumen corpuscular medio
Encefalopatía de WernickePuede ocurrir en ausencia de síndrome de abstinencia, puede haber oftalmoplegía o ataxiaImágenes de resonancia magnética características, respuesta al Pabrinex®
Suspensión de benzodiacepina u otros sedantesSimilar al síndrome de abstinencia alcohólicaAntecedentes de abuso de sedantes
Efectos adversos de la medicaciónSe puede presentar como sedado, pero el delirio puede adoptar diversas formas. Las alucinaciones visuales son frecuentes con los anticolinérgicosTener especial precaución con la administración de anticolinérgicos y opioides
Intoxicación con drogas de adicciónDepende de las acciones de la droga: nistagmo frecuente, los estimulantes suelen asociarse con efectos simpaticomiméticos y delirio hiperactivoPesquisa de la droga
Constipación y bolo fecalPuede no haber síntomas notorios, dolor abdominalRegistro del ritmo y característica de las defecaciones, semiología abdominal y tacto rectal, radiografía de abdomen
InsomnioAntecedentes de trastornos del sueño (apnea del sueño)Polisomnografía
La prioridad terapéutica en el delirium es identificar y tratar los factores que desencadenan y mantienen el delirio. La etiología suele ser multifactorial, lo que significa que la consideración de los posibles factores contribuyentes debe continuar incluso después de haber identificado el posible desencadenante.
El umbral para la aparición de delirium es más bajo en cerebros deteriorados, ya sea por la edad, por demencia, esclerosis múltiple, enfermedad de Parkinson, o traumatismo de cráneo.
Si el paciente es muy vulnerable, los desencadenantes (como trastorno del sueño, hambre o estar en un ambiente desconocido) pueden parecer triviales. Es decir que el razonamiento de que ‘no puede ser delirio porque no está lo suficientemente mal’ no es correcto.
> Anamnesis, examen neurológico y evaluación cognitiva adecuados
Los síntomas psiquiátricos reflejan la disfunción cerebral. Cuando son producidos por enfermedades clínicas o neurológicas, es probable hallar más evidencia de disfunción del sistema nervioso, que se puede manifestar como una alteración motora (disartria o alteración de la marcha), sensitiva (defectos del campo visual o neuropatía periférica), cognitiva o del lenguaje.
Puesto que la capacidad del paciente para proporcionar una anamnesis fiable puede estar disminuida, se debe interrogar también a familiares cercanos, además del examen físico, neurológico y cognitivo.
Se podrán así identificar síntomas de los que el paciente no es consciente o que no quiere revelar; como la apatía y la inadecuación social que acompañan a las enfermedades degenerativas, como la demencia frontotemporal o episodios de inconsciencia con sacudidas musculares que sugieren convulsiones parciales complejas, abuso de sustancias, o el retraimiento social y las preocupaciones extrañas del paciente con esquizofrenia.
Los efectos colaterales extrapiramidales (rigidez o temblor) son frecuentes en pacientes tratados con medicamentos antipsicóticos, pero los signos neurológicos focales no corresponden a un diagnóstico psiquiátrico y se deben efectuar estudios por imágenes.
Las deficiencias cognitivas globales o focales podrían ser aparentes en el paciente o en la anamnesis del familiar informante, pero quizás solo se obtengan con la evaluación formal (por ej, dificultades para nombrar objetos o personas en la demencia semántica o dificultad para leer en la atrofia cortical posterior).
El Addenbrookes Cognitive Examination Version III es un medio breve pero exhaustivo para esto y se lo debe emplear (o un equivalente) para todos los pacientes con presunta patología cerebral. Se lo puede hallar por Internet junto con una guía para su empleo. La pesquisa de drogas es importante.
Datos patológicos subestimados
Cuando se pasa por alto alguna patología, la revisión del caso detecta con frecuencia indicios que estaban presentes, pero se ignoraron una vez que se decidió que las manifestaciones eran psiquiátricas.
Son ejemplos clásicos la embolia pulmonar, cuyas manifestaciones se atribuyen a un ataque de pánico o la psicosis concomitante y el trastorno de los movimientos en el que no se considera a la enfermedad de Huntington.
Asimismo los pacientes con trastornos psiquiátricos pueden tener datos patológicos en el examen físico o en los análisis, pero que no justifican un diagnóstico ‘orgánico’.
Son ejemplos la sobreactividad simpática y la hiperreflexia en la ansiedad o el aumento leve de la proteína C-reactiva (PCR) en la depresión. Es prudente volver a verificar estos marcadores.
Saber cómo se manifiestan los trastornos psiquiátricos
El hecho de que los síntomas sean extraños no los convierte en psiquiátricos.
Si las dudas persisten, consultar con un psiquiatra, que podrá juzgar si la sintomatología es compatible con un síndrome psiquiátrico. Los trastornos psiquiátricos generalmente son de inicio insidioso y sus síntomas dominantes tienen cierta constancia, en lugar de los síntomas fugaces y cambiantes del delirio.
La esquizofrenia y el trastorno afectivo bipolar en general aparecen en adolescentes o adultos jóvenes y son menos probables en edades posteriores.
La depresión psicótica puede aparecer por primera vez a mayor edad; las alucinaciones y las ideas delirantes son congruentes con el estado de ánimo y en general centradas sobre la culpa, la decadencia y la muerte.
En estos casos el aporte psiquiátrico, además de ayudar con el diagnóstico, es útil para aconsejar sobre el tratamiento de la agitación, del riesgo, de las cuestiones de capacidad, y cuando está indicado el empleo de la legislación sobre enfermedades mentales.
Más ayuda para proceder correctamente 
Pesquisa básica
Es necesario realizar una pesquisa básica en todos los casos en que sospecha enfermedad psiquiátrica. Además del estado mental y los exámenes físico, neurológico y cognitivo, se incluirán siempre los análisis básicos.
No se justifican los estudios por imágenes en todos los pacientes, pero se los debe efectuar si las manifestaciones clínicas son atípicas para enfermedad psiquiátrica o si hay otros signos de alarma (Cuadro 2).
Cuadro 2. Situaciones en que es imprescindible realizar estudios por imágenes
Síntomas o signosRazones para el estudio
Signos de focalización en el examen neurológicoIdentificar la patología focal y excluir lesiones de ocupación de espacio
Convulsiones nuevasIdentificar la patología focal y excluir masas ocupantes
Deterioro cognitivo intenso y atípico para un trastorno psiquiátrico (no relacionado con delirio o intoxicación)Búsqueda de posibles causas neurológicas o degenerativas
Posible encefalitis (fiebre, cefalea, convulsiones, deterioro cognitivo)Detectar la inflamación excluir otras causas potenciales de los síntomas
Caídas, deterioro cognitivo, factores de vulnerabilidad (anticoagulantes, alcoholismo)Excluir hematoma subdural
La encefalitis límbica y otras enfermedades caracterizadas recientemente donde los síntomas psiquiátricos son predominantes
En la década pasada se reconoció que pueden surgir diversas manifestaciones debidas a anticuerpos dirigidos contra antígenos de superficie de las neuronas que actúan especialmente sobre el sistema límbico. Aunque inicialmente se las consideró como fenómenos paraneoplásicos, en la actualidad se reconoce que la encefalitis límbica puede surgir en ausencia de enfermedad maligna, a menudo en mujeres jóvenes.
La enfermedad más estrechamente relacionada con síntomas psiquiátricos es la encefalitis debida a anticuerpos contra receptores de N-metil- D-aspartato (NMDA), cuyas manifestaciones iniciales con frecuencia son ansiedad, expresiones dramáticas de angustia, alteraciones afectivas y psicosis. Después pueden aparecer convulsiones y gran alteración del sistema nervioso autónomo.
Cada vez se reconocen más síndromes relacionados con otros autoanticuerpos. Estos diagnósticos se deben tener en cuenta siempre ante trastornos del movimiento, convulsiones, alteraciones cognitivas importantes, problemas autonómicos o resistencia al tratamiento. Podría ser que con el tiempo la pesquisa sistemática de estos trastornos autoinmunes se extienda a todas las primeras manifestaciones de psicosis.
El diagnóstico se basa sobre la detección de autoanticuerpos (su presencia en el líquido cefalorraquídeo es más específica que en sangre), los estudios por imágenes (aunque la resonancia magnética puede ser normal) y el criterio clínico. El tratamiento se enfoca en la inmunosupresión, los cuidados de apoyo y la exclusión o la identificación y el tratamiento de cualquier tumor subyacente.
La encefalitis límbica también es un diagnóstico diferencial posible en las primeras manifestaciones de psicosis en ancianos, cuando un tumor maligno es más probable. A medida que la edad aumenta, también aumenta la posibilidad de que la psicosis se deba a una enfermedad neurodegenerativa.
Las alucinaciones visuales pueden sugerir demencia por cuerpos de Lewy, que quizás se confunda fácilmente con delirio.
Asimismo, se reconoce cada vez más que ciertas mutaciones genéticas que originan demencia frontotemporal se pueden manifestar inicialmente con psicosis, en especial con delirios persecutorios y alucinaciones auditivas.
La asociación clásica es con la mutación C9orf72 (para la que hay un método de detección); cabe esperar escaso rendimiento en las pruebas cognitivas, antecedentes de desinhibición y cambio de personalidad y una RM que muestra atrofia frontal localizada.
Conclusión
Este artículo se centró en casos en que los síntomas psiquiátricos surgen de enfermedades ya existentes y detectables con un índice razonable de sospecha. Sin embargo, siempre habrá algunos casos en los que solo el tiempo revelará que un proceso fisiopatológico subyacente produjo síntomas psiquiátricos al inicio, antes de otras manifestaciones.
Estos casos señalan la importancia de la disposición para reexaminar los diagnósticos si las manifestaciones clínicas cambian y aparecen síntomas inesperados. Igualmente, síntomas muy sugestivos de una base ‘orgánica’ (inicio rápido, desorientación o síntomas fluctuantes) pueden aparecer tras el sufrimiento psicológico, la privación de sueño o la privación sensitiva en el contexto de un cerebro ‘normal’.
A veces, solo el tiempo y una mente abierta de parte de los psiquiatras y los médicos clínicos, permitirán un diagnóstico claro.
Resumen y comentario objetivo: Dr. Ricardo Ferreira