miércoles, 24 de abril de 2019

Artritis psoriásica

Artritis psoriásica
Actualmente se sabe que la AP suele conducir a un deterioro de la función y la calidad de vida. Sin embargo, el mejor conocimiento de los mecanismos de la enfermedad ha catalizado el rápido desarrollo de terapias eficaces.Autor: Christopher T. Ritchlin, Robert A. Colbert, Dafna D. Gladman.  Psoriatic Arthritis. N Engl J Med 2017;376:957-70.
Resumen:
La psoriasis es una enfermedad común de la piel que se asocia con múltiples condiciones coexistentes, siendo la más prevalente, la artritis psoriásica (AP), que se desarrolla hasta en un 30% de los pacientes con psoriasis y se caracteriza por diversas manifestaciones clínicas. A menudo, ésto resulta en un retraso en el diagnóstico y tratamiento. Los informes iniciales enfatizaron un curso benigno en la mayoría de los pacientes, pero actualmente se sabe que la AP suele conducir a un deterioro de la función y la calidad de vida. Sin embargo, el mejor conocimiento de los mecanismos de la enfermedad ha catalizado el rápido desarrollo de terapias eficaces.
 Artritis psoriásica y espondiloartrosis
La descripción clásica de las características clínicas de la AP se publicó en 1973. Sin embargo, los restos esqueléticos desenterrados en 1983 en un monasterio bizantino del desierto de Judea, que datan del siglo V d.C, mostró imágenes visuales y radiográficas características coincidentes con las de la enfermedad psoriásica ósea y articular.  La AP comparte características genéticas y clínicas con otras formas de espondiloartritis y se la clasifica junto a estos trastornos. Los criterios diagnósticos para la AP no han sido validados pero los Classification Criteria for Psoriatic Arthritis (criterios CASPAR) publicados en 2006 expresan una definición de la AP con el fin de enrolar a los pacientes en ensayos clínicos y así proporcionar una orientación a los médicos.
Criterios de clasificación de la artritis psoriásica (CASPAR)*
CriterioExplicaciónPuntos
 Evidencia de psoriasis
   Psoriasis actual

  Historia de psoriasis

 Historia familiar de psoriasis

Enfermedad psoriásica actual de la piel o del cuero cabelludo según lo juzga un dermatólogo o reumatólogo.
Historia de psoriasis según el paciente o el médico de cabecera, dermatólogo o reumatólogo.
Historia de psoriasis en un paciente de primer o segundo grado, según el paciente.

2

1

1
 Distrofia psoriásica ungularDistrofia típica de uña psoriásica (por ej., onicólisis, poceado o hiperqueratosis) según observación durante el examen físico actual.
1


 Test (-) de factor reumatoideoBasado en el rango de referencia en el laboratorio local; cualquier método de prueba excepto látex con preferencia por ELISA o nefelometría.
1


 Dactilitis
  Dactilitis actual
 Historia de dactilitis
Inflamación de un dígito entero según la observación en el examen físico actual
Según el dermatólogo

1

1
 Signos radiográficos de formación ósea nueva yuxtaarticularOsificación mal definida cerca de los márgenes articulares (excluyendo la formación de osteofitos) en radiografías simples de mano o pie
1


*Se considera que la AP está presente en pacientes con enfermedad musculoesquelética inflamatoria (implica la articulación, la columna vertebral o la entesis) cuya calificación en los 5 criterios enumerados en la tabla suma al menos 3 puntos. El criterio "evidencia de psoriasis" puede explicar 1 o 2 puntos. Los criterios tienen una especificidad del 98,7% y una sensibilidad del 91,4%. ELISA: análisis inmunoenzimático
 
 Epidemiología y carga de la enfermedad
En la población de EE. UU., la prevalencia de AP oscila entre 6 y 25 casos/10.000 personas, dependiendo de la definición del caso. Hasta ahora se creía que la AP era rara pero estudios recientes basados en los criterios CASPAR indican que ocurre hasta en un 30% de los pacientes con psoriasis. Estos datos sugieren que su prevalencia es de 30 y 100 casos/10.000, suponiendo que el 3% de la población de EE.UU. tiene psoriasis. Alrededor del 15% de los pacientes con psoriasis que son seguidos por dermatólogos tiene AP no diagnosticada.
En un estudio prospectivo de pacientes con psoriasis, la incidencia de AP fue de 2 a 3%. La manifestación de la psoriasis precede a la de la artritis en el término de un promedio de 10 años, aunque en el 15% de los casos, la artritis y la psoriasis se presentan en forma simultánea, o la AP precede a la enfermedad de la piel. La AP es poco común en los asiáticos y las personas de raza  negra, y la proporción entre hombres y mujeres es de 1: 1, pudiendo comenzar en la infancia. Hay 2 subtipos clínicos que no se excluyen mutuamente. La AP oligoarticular (caracterizada por la afectación de ≤4 articulaciones) tiene un pico de inicio a los 1 a 2 años de edad y se produce  predominantemente en niñas.
Esta forma se asocia a una prueba positiva para anticuerpos antinucleares y uveítis crónica, y a menudo se caracteriza por dactilitis (hinchazón difusa de un dedo de la mano o del pie). El segundo subtipo (caracterizado por la afectación de cualquier número de articulaciones) se desarrolla entre los 6 y los 12 años de edad y se asocia con HLAB27; generalmente, los anticuerpos antinucleares están ausentes. Esta forma tiene una proporción de sexos 1: 1, con dactilitis, entesitis (inflamación en el tendón, ligamento o inserciones de la cápsula articular), poceado ungular, onicólisis y afectación axial, con mayor frecuencia que en el primer subtipo.
De acuerdo con el sistema de clasificación de la International League of Associations for Rheumatology, la AP es distinta de otras formas de artritis idiopática juvenil y se define por la coexistencia de AP en ausencia de las características de las otras formas de artritis idiopática juvenil. Un niño con artritis que no tiene psoriasis pero tiene ≥2 características de AP, como dactilitis, poceado ungular, onicólisis o historia familiar de psoriasis (pariente de primer grado), cumple los criterios para el diagnóstico de AP.
Las cargas psicológicas y funcionales de la enfermedad son considerables y de una magnitud similar a las de la espondiloartritis axial y la artritis reumatoidea. Un estudio  mostró que la AP se asoció significativamente con mayores tasas de ausentismo laboral y tasas bajas de productividad, y que estos hallazgos se correlacionaron con las mediciones de la actividad de la enfermedad y el rendimiento físico. Las tasas de mortalidad entre los pacientes con AP han caído y son similares a las de la población general, aunque algunos centros informan un aumento por enfermedad cardiovascular.
 Manifestaciones clínicas
Moll y Wright describieron 5 subtipos clínicos de AP que destacan la heterogeneidad de la enfermedad. El subtipo oligoarticular afecta a ≤4 articulaciones y normalmente se presenta con una distribución asimétrica. El subtipo poliarticular afecta a ≥5 articulaciones; el compromiso puede ser simétrico y se asemeja a la artritis reumatoidea.
El subtipo distal, que afecta las articulaciones interfalángicas distales de las manos, pies o a ambas, suele ocurrir con otros subtipos, y aparece solo en el 5% de los pacientes. La artritis mutilarte, un subtipo de artritis deformante y destructivo que implica una marcada resorción ósea u osteólisis y se caracteriza por el telescopado y plegado de los dedos. El subtipo axial o espondiloartritisinvolucra principalmente a la columna vertebral y las articulaciones sacroilíacas. Estos patrones pueden cambiar con el tiempo.
La entesitis se observa en el 30 al 50% de los pacientes y más comúnmente afecta la fascia plantar y el tendón de Aquiles, pero puede causar dolor alrededor en la rótula, la cresta ilíaca, los epicóndilos y las inserciones del supraespinoso. En el 40 al 50% de los pacientes se informa dactilitis, la cual es más prevalente en el tercer y cuarto dedo de los pies, pero también puede comprometer los dedos de la mano. La dactilitis puede ser aguda (inflamación, enrojecimiento cutáneo y dolor) o crónica (inflamación sin inflamación). La dactilitis a menudo se asocia con la enfermedad grave caracterizada por poliartritis, erosión ósea y formación de hueso nuevo.

(Fig. 1) Características clínicas de la AP. Panel A: subtipo distal de la AP, con onicólisis adyacente. Panel B: subtipo oligoarticular. Panel C: subtipo poliarticular. Panel D: artritis mutilante, con telescopado digital y compromiso asimétrico y diferencial de los dígitos adyacentes. Panel E: subtipo de espondilitis. Panel F: entesitis del tendón de Aquiles (flecha). Panel G: dactilitis de los dedos de los pies.
El diagnóstico de AP se basa en el reconocimiento de las características clínicas y de las imágenes, ya que no hay biomarcadores específicos. Es posible que participen al menos 5 dominios: psoriasis, enfermedad articular periférica enfermedad axial, entesitis y dactilitis. Los pacientes deben ser evaluados cuidadosamente para detectar estos dominios, teniendo en cuenta que en un individuo pueden estar presentes varios de ellos. A menudo, las historias personal y familiar de la psoriasis son positivas.
La artritis inflamatoria, la entesitis, la dactilitis y la distribución de las articulaciones afectadas proporcionan pistas diagnósticas importantes, al igual que ciertas características como la presencia de enfermedad inflamatoria intestinal y uveítis. Es importante buscar lesiones cutáneas psoriásicas, particularmente en la ingle, la zona umbilical, el cuero cabelludo, las orejas y las nalgas (por ej., pliegue interglúteo). Las lesiones de las uñas, incluyendo pozos y onicólisis así como la presencia de enfermedad espinal apoyan el diagnóstico.
Es importante que los dermatólogos y los médicos de atención primaria que atienden a los pacientes con psoriasis identifiquen precozmente la AP. Los pacientes con psoriasis deben ser interrogados acerca del dolor en las articulaciones, rigidez matinal y signos de dedos en "salchicha" (dactilitis). Los cuestionarios de cribado para los dermatólogos y médicos de atención primaria ofrecen una elevada sensibilidad para detectar problemas musculoesqueléticos, pero son de una especificidad moderada para la AP.
 Diagnóstico diferencial
El diagnóstico diferencial es necesario para diferenciar la AP de la artritis reumatoidea, la artrosis, la gota, la seudogota, el lupus eritematoso sistémico y otras formas de espondiloartritis.
Diferenciación entre varias formas de artritis.*
Variable
Artritis psoriásica
Artritis reumatoidea
Gota
Artrosis
Distribución articular inicial
Asintomática
Simétrica
Asimétrica
Asimétrica
Nº articulaciones afectadas
Oligoarticular
Poliarticular
Poli u oligoarticular
Mono u oligoarticular
Sitios de amanos y pies afectados
DIstal
Proximal
Distal
DIstal
Áreas afectadas
Todas las articulaciones de un dedo
La misma articulación en todos los dedos
Usualmente monoarticular
La misma articulación en todos los dedos
Dolor (kg en el dolómetro
7
4
No evaluado
No evaluado
Decoloración púrpura
Si
No
No
Compromiso espinal
Común
Infrecuente
Ausente
No inflamatoria
Sacroileítis
Común
Ausente
Ausente
Ausente
 
La artritis reumatoide se caracteriza por la afectación proximal y simétrica de las articulaciones de las manos y los pies, respetando las articulaciones interfalángicas distales, mientras que en más del 50% de los pacientes con AP las articulaciones distales están afectadas. El compromiso tiende a caracterizarse por una distribución en "rayo", con todas las articulaciones del mismo dedo afectadas e indemnidad de los otros dígitos.
Esto se nota tanto clínicamente como en las radiografías. Al comienzo, la AP tiende a ser oligoarticular y menos simétrica que la artritis reumatoidea, pero con el tiempo puede llegar a ser poliarticular y simétrica. Las articulaciones afectadas son menos en la AP que en la artritis reumatoidea y puede haber una decoloración purpúrea. El compromiso de la columna vertebral (articulaciones o lumbares o sacroilíacas, torácicas o cervicales) ocurre en más del 40% de los pacientes con AP pero es rara en los pacientes con artritis reumatoidea.
La monoartritis psoriásica, que particularmente afecta los dedos de los pies, o dactilitis, puede ser diagnosticada como gota o seudogota. La uricemia puede ser elevada en los pacientes con AP así como en aquellos con gota, haciendo difícil el diagnóstico diferencial, en particular si no se hallan cristales en el análisis del líquido sinovial o su análisis no puede realizarse. La afectación de la articulación distal, que es característica de la AP. también se observa en la artrosis.
En la AP, la palpación de las articulaciones revela hinchazón leve debido a la inflamación, mientras que en la artrosis la hinchazón surge por un osteofito óseo y es sólida. Por otra parte, la participación de las articulaciones interfalángicas distales y la enfermedad de las uñas (poceado u  onicólisis) ocurren con frecuencia en la AP pero no en la artrosis.
La espondilitis anquilosante típicamente tiene un comienzo tardío, en la segunda década de vida o al comienzo de la tercera, mientras que la espondiloartritis psoriásica es más probable que se desarrolle en la cuarta década de vida. La espondiloartritis psoriásica puede ser menos grave que la espondilitis anquilosante, con menos dolor y poca frecuencia de anquilosis sacroilíaca; Una distribución asimétrica de sindesmofitos (crecimiento óseo originado en un ligamento de la columna vertebral) es más frecuente en la AP.
Puede ser difícil distinguir entre la AP y la artritis reactiva. Ambas condiciones pueden estar asociadas a lesiones articulares y cutáneas, siendo éstas últimas difíciles de atribuir patológicamente una de la otra. Las lesiones psoriasiformes del lupus cutáneo subagudo pueden simular la psoriasis vulgar, pero los pacientes con lupus cutáneo no muestran las otras características definitorias de la AP.
 Hallazgos en los análisis de laboratorio e imágenes
Las pruebas para el factor reumatoideo, el péptido anticíclico citrulinado, o ambos, son negativos en el 95% de los pacientes con AP. Para diferenciar el psoriasis de la artritis reumatoidea cuando un test es positivo hay que basarse en las características clínicas y de las imágenes. Casi el 25% de los pacientes con AP son positivos para HLA-B27.
El aumento del nivel de proteína C reactiva sérica, de la velocidad de eritrosedimentación o de ambas ocurre solo en el 40% de los pacientes. La presencia de destrucción ósea y cartílaginosa con formación de hueso nuevo patológico es uno de los aspectos más distintivos de la AP.
(Figura 2) ♦ Características radiográficas de la AP
A: artritis mutilante, con deformidades “lápiz en copa” (flecha) y marcada resorción ósea (osteólisis) en las falanges de la mano derecha. B: La radiografía muestra resorción de las articulaciones, anquilosis y erosión en un solo rayo. C: entesofitos en la fascia plantar e inserciones del tendón de Aquiles. D: sindesmofitos en la columna cervical, con anquilosis de las articulaciones facetarías (flecha). E: sacroileítis bilateral grado 3. F: sindesmofito paramarginal en 4ª y 5ª vértebras lumbares. G: edema de la médula ósea en la 2ª y 3ª vértebras lumbares en un paciente con psoriasis grave y un nuevo inicio de dolor de espalda. H: la ecografía en escala de grises de alta frecuencia (15 MHz) muestra sinovitis de la articulación metacarpofalángica. Hay distensión de la cápsula articular (flechas). Las señales confluentes rojas (recuadro en la parte inferior de la imagen) con ecoDoppler de potencia indican hiperemia sinovial. MC: cabeza metacarpiana. PP: falange proximal. La ecografía de alta frecuencia (15 MHz) I: La ecografía de alta frecuencia muestra entesitis. Las señales confluentes rojas del ecoDoppler de potencia representan hiperemia en el tendón, cerca de su inserción en el calcáneo. Normalmente, los tendones están poco vascularizados.
Las radiografías de las articulaciones periféricas suelen mostrar pérdida ósea con erosiones excéntricas y estrechamiento del espacio articular, así como formación ósea nueva caracterizada por periostitis, anquilosis ósea y entesofitos (proyecciones óseas anormales en la unión de un tendón o ligamento).
En el esqueleto axial, los cambios asociados a la AP incluyen la sacroileítis unilateral y voluminosos sindesmófitos paramarginales y verticales. (En contraste, en la espondilitis anquilosante, la afectación sacroilíaca suele caracterizarse por sindesmofitos bilaterales y paramarginales, poco comunes.)
La resonancia magnética puede revelar erosiones focales, sinovitis y edema de la médula ósea en la región periférica y estructuras axiales, particularmente en la entesis. El edema de la médula ósea se observa mejor con la técnica de las secuencias de recuperación de la inversión de tau corto con supresión grasa, en la T2 ponderada (STIR). La ecografía Doppler de potencia puede identificar la sinovitis, el aumento del flujo, la tenosinovitis, los entesofitos y la enfermedad erosiva precoz.

 Resultados
La AP es una forma grave de artritis. Las deformaciones y los daños articulares se desarrollan en gran número de pacientes. En el 47% de los pacientes se observan erosiones óseas en los primeros 2 años, a pesar de que en más de la mitad de los pacientes se utilizan los medicamentos tradicionales modificadores de la enfermedad.
Por otra parte, la enfermedad grave al inicio de la enfermedad y la elevación del nivel de la proteína C reactiva son factores de riesgo de progresión radiográfica. La remisión espontánea de la AP es extremadamente rara. En un ensayo de observación en el que participaron pacientes tratados con el factor de necrosis antitumoral (TNF), la tasa de remisión parcial fue del 23%. Sin embargo, cuando los agentes son interrumpidos las tasas de recaída son elevadas.
♦ Condiciones coexistentes
La AP se asocia con obesidad, diabetes tipo 2, hipertensión, síndrome metabólico, hígado graso y mayor riesgo cardiovascular. La uveítis que afecta los polos posteriores del ojo ocurre en el 8% de los pacientes con AP. En ellos, la prevalencia de la enfermedad de Crohn y la colitis subclínica es mayor.
♦ Causas y características fisioipatológicas
La AP es una enfermedad hereditaria altamente poligénica. La razón de riesgo de recurrencia (definida como el riesgo de manifestación de la enfermedad en hermanos vs. riesgo en la población general) es mayor que, lo cual es sustancialmente superior al riesgo de recurrencia de la psoriasis o la artritis reumatoidea.
En contraste con esta última, que se asocia con los alelos del complejo de histocompatibilidad mayor (MHC) de clase II, la psoriasis y la AP se asocian con los alelos del MHC de clase I Más notable es que HLA-C*06 es un factor de riesgo importante para la psoriasis pero no para la AP. En ésta se han observado las frecuencias de HLA-B*08; B*27; B*38 y B*39 con subtipos específicos de los alelos vinculados a los subfenotipos, incluyendo la enfermedad axial simétrica o asimétrica, la entesitis, la dactilitis y la sinovitis.
Las exploraciones de asociación de todo el genoma han demostrado ciertos polimorfismos en el gen que codifica al receptor de interleucina-23 (IL23R), junto con variantes en la expresión génica del factor nuclear κB (NF-κB) (TNIP1) y la señalización (TNFAIP3), y la expresión del TNF asociada a la AP. Un polimorfismo en el cromosoma 5q31, rs715285 traza un mapa en una región intergénica flanqueada por los genes CSF2 y P4HA2. Los estudios de asociación han Identificado alelos de riesgo adicionales en pacientes con psoriasis y AP, incluyendo las IL12A, IL12B, IL23R y los genes que regulan el NF-κB.
Existen varios factores de riesgo ambiental ara la AP, entre los que se encuentran la obesidad; la psoriasis grave; la afectación del cuero cabelludo y los genitales y, la psoriasis inversa (tipo intertrigo); además, la enfermedad de las uñas y el trauma o las lesiones profundas en sitios que sufren traumatismos (fenómeno de Koebner).
Se ha demostrado consistentemente que las células T son importantes en la psoriasis y la AP. Las células T CD8+ tienen un papel central en la patogénesis de la enfermedad, que es apoyado por la asociación con los alelos HLA de clase I, la expansión de las células T CD8+ oligoclonales y la asociación de la AP con la enfermedad por el VIH.
Las células de tipo 17, que incluyen las CD4+ tipo 17 helper T (Th17) y los linfocitos innatos de tipo 3 (células productoras de IL-17A e IL22) junto con los linfocitos CD4+CD8+, se incrementan en el líquido sinovial psoriásico comparado con el líquido sinovial reumatoideo.
Estudios recientes destacan la importancia de IL-23-IL-17 y las vías TNF en la patogénesis de la psoriasis, la AP y las espondiloartropatías axiales. En la psoriasis, la expresión de interferón-α por las células dendríticas plasmacitoides activa las células dendríticas dérmicas que activan la diferenciación de las células T de tipo 1 (Th1) helper y las células Th17 en los ganglios linfáticos. Estos linfocitos retornan a la dermis y orquestan un complejo inflamatorio inmemediado. Además de los factores genéticos, los factores de riesgo ambientales o ambos son propensos a desencadenar la artritis inflamatoria.
En un modelo de enfermedad alternativo se propone que la entesis es el sitio inicial de la enfermedad musculoesquelética. En apoyo de este punto de vista, la entesitis, la sinovitis y la alteración de la remodelación ósea en un modelo murino en el que se administró IL-23 condujo a una artritis inflamatoria centrada en la entesitis, que era similar a la espondiloartritis, con erosión ósea y formación de hueso nuevo. La inflamación estaba vinculada a una población nueva de linfocitos innatos residentes en la entesis, productores de IL-17.
La inflamación y la erosión ósea fueron mediadas por el TNF y la IL-17. Otro modelo murino demostró que la sobreexpresión de IL-23 también puede conducir a una artritis inflamatoria de fenotipo erosivo, que puede reflejar diferencias en la dosis o el momento de la administración de la IL-23, la heterogeneidad bacteriana o las diferencias en las cepas de ratón.
Posteriormente, se han obtenido informes de varios modelos murinos de espondiloartrosis con entesitis, lesiones cutáneas psoriasiformes y artritis que utilizaron IL-23 Las infecciones microbianas son causas conocidas de formas de espondiloartritis y existen informes de que en los apacientes con AP hay mayor frecuencia de inflamación intestinal subclínica y disbiosis (disminución de la diversidad microbiana), en comparación con los controles sanos, lo que apoya la posible participación Intestinal en la patogénesis de la AP.
En los pacientes con AP, los tejidos sinoviales tienen un parecido más cercano a la sinovial de los pacientes con espondiloartritis que a la sinovial de aquellos con artritis reumatoidea, con mayor vascularización y afluencia de neutrófilos y ausencia de anticuerpos anti péptidos citrulinados. En comparación con el tejido reumatoideo sinovial, el tejido sinovial psoriásico tiene menor número de linfocitos T infiltrantes y células plasmáticas, pero la expresión de TNF y de IL-1, IL-6 e IL-18 es similar en las dos enfermedades.
En la AP, la afectación ósea es heterogénea, tanto entre los pacientes como en cada paciente individual. La afectación espinal puede ser similar a la de la espondilitis anquilosante y las características destructivas de las articulaciones periféricas pueden ser como las de la artritis reumatoidea. En los sitios de inflamación de los tejidos blandos típicamente se produce la formación de hueso nuevo patológico, incluyendo anquilosis articular y sindesmofitos.
En la sinovial psoriásica hay una marcada regulación hacia arriba del receptor activador de NF-κB (RANK) (RANKL) y una expresión baja de su antagonista, la osteoprotegerina, como ha sido detectado en el recubrimiento sinovial adyacente. La citocina RANKL se une a RANK en la superficie de los precursores de los osteoclastos derivados de los monocitos CD14+ circulantesEsta interacción ligando-receptor desencadena la proliferación de los precursores de los osteoclastos y su diferenciación en osteoclastos multinucleados, responsables de la resorción ósea.
Por otra parte, un estudio ha demostrado que los precursores de los osteoclastos derivados de los monocitos CD14+ circulantes están muy elevados en la sangre periférica de los pacientes con AP, en comparación con los controles sanos, y que el tratamiento con agentes anti-TNF reduce significativamente el nivel de precursores circulantes, un hallazgo que apoya un efecto central de TNF en la generación de la formación de precursores. Las moléculas y las vías asociadas a la formación ósea patológica son la IL-17A, la proteína morfogenética ósea, el factor de crecimiento transformandor β, la prostaglandina E2 y las moléculas de la vía de señalización Wnt, aunque su papel en la AP se desconoce.
♦ Medición de los resultados del tratamiento de la artritis psoriásica
En los pacientes con AP es importante evaluar cada uno de los problemas de los dominios musculoesqueléticos, además de la gravedad y la extensión de la psoriasis. Las evaluaciones deben incluir: el examen de 68 articulaciones para detectar el dolor y de 66 articulaciones para detectar la inflamación; la amplitud del movimiento espinal, la entesitis, evaluada utilizando índices de entesitis como el Leeds Enthesitis Index (evaluación de 6 entesis), o el Spondylarthritis Research Consortium Canadá (SPARCC) Enthesitis Index y, la dactilitis, evaluada mediante el recuento de los dedos con dactilitis o usando el Leeds Dactylitis Index.
La psoriasis debe evaluarse teniendo en cuenta las áreas de la superficie corporal afectadas, mediante el Psoriasis Área and Severity Index (PASI); se deben examinar las uñas para buscar onicólisis o poceado.
En ensayos clínicos, las medidas de los resultados adaptadas de los instrumentos utilizados para evaluar los resultados de la artritis reumatoide incluyen las tasas de respuesta al American College of Rheumatology (ACR) 20, ACR 50, y el ACR 70 (lo que indica una reducción del número de articulaciones tanto hinchadas como dolorosas de al menos 20%, 50% y 70%, respectivamente, con mejoría en al menos 3 de las siguientes 5 mediciones adicionales: evaluación global hecha por el paciente y el médico y, la evaluación del dolor, la discapacidad, de un reactante de fase aguda) y mediante el Disease Activity Score (DAS), que se utiliza para evaluar la artritis periférica.
Recientemente se ha desarrollado una serie de mediciones combinadas específicas para la AP, incluyendo el uso del Psoriatic Arthritis Disease Activity Score, el Composite Psoriatic Disease Activity Index y, el instrumento GRACE (Group for Research and Assessment of Psoriasis and Psoriatic Arthritis [GRAPPA] Composite Exercise). Por otra parte, la baja actividad de enfermedad, definida por una mejoría clínica significativa en 5 de las 7 medidas de respuesta o dominios, es un instrumento validado para evaluar la respuesta de la AP al tratamiento.

♦ Tratamiento
El tratamiento de la AP es complicado debido a la heterogeneidad en la presentación de la enfermedad y a su curso, lo que a menudo resulta en el retardo del diagnóstico. Para abordar esta complejidad, es Importante identificar la actividad de la enfermedad en los dominios. El dominio con el nivel más elevado de actividad comanda las opciones terapéuticas, y es muy común que el paciente tenga comprometidos varios dominios. En la actualidad se han publicado recomendaciones terapéuticas basadas en la evidencia.
Para los pacientes con una presentación oligoarticular leve pueden ser efectivos los antiinflamatorios no esteroides combinados con inyecciones intraarticulares, cuando sea apropiado. Para los pacientes con síntomas más graves, como tratamiento inicial típicamente se prescriben fármacos antirreumáticos modificadores de la enfermedad (DMARD). Los autores se lamentan de la falta de datos de ensayos clínicos aleatorizados del tratamiento de la AP con DMARD. Un ensayo con metotrexato comparado con placebo no mostró un efecto terapéutico efectivo, aunque el estudio pudo haber sido insuficiente y la dosis de metotrexato fue menor a la prescrita habitualmente.
La leflunomida es efectiva para la AP periférica pero no para la psoriasis. Los datos muestran que los agentes anti-TNF (adalimumab, certolizumab, etanercept y golimumab) suprimen la inflamación cutánea y articular y retardan la progresión radiográfica. Estos agentes son eficaces para la entesitis, la dactilitis y también para la enfermedad axial, según los datos de ensayos con pacientes con diagnóstico de espondilitis anquilosante.
El uso del anticuerpo anti-p40 ustekinumab, dirigido contra la subunidad compartida de IL-12 e IL-23, es eficaz para el tratamiento de la psoriasis y la AP, aunque los resultados en la piel son más notables que en las articulaciones. El secukinumab y el brodalumab, agentes bloqueantes de la IL-17 y del receptor de la IL-17, respectivamente, son eficaces en la AP, con mejoría tanto en la piel como en las manifestaciones musculoesqueléticas. Sin embargo, los ensayos de brodalumab fueron suspendidos debido a problemas de seguridad que no fueron observados con el secukinumab.
El ixekizumab, otro bloqueante de la IL-17, demostró eficacia en ensayos de fase 3 de pacientes con AP y fue recientemente aprobado para el tratamiento de la psoriasis. La inhibición de la fosfodiesterasa 4 con apremilast ha sido aprobada para el tratamiento de la psoriasis y la AP. Las respuestas de la piel al tratamiento con apremilast son similares a las del metotrexato, pero las respuestas son algo inferiores a las observadas con los agentes biológicos. Finalmente, el abatacept, un bloqueante de la activación de las células T que apunta a las moléculas coestimuladoras CD80 y CD86, es moderadamente eficaz para la afectación articular de la AP pero no para la enfermedad de la piel.
Los agentes anti-TNF; el ustekimunab, los antagonistas de las IL-12-IL-23 y los anticuerpos monoclonales de IL-17, secukinumab y ixekizumab inhiben la progresión radiográfica en los pacientes con AP con compromiso de las articulaciones periféricas. El apremilast, el brodalumab y el secukinumab no son eficaces para el tratamiento de la artritis reumatoidea, mientras que el rituximab y el abatacept son altamente efectivos. En conjunto, estos hallazgos contrastantes con los de los ensayos clínicos sugieren que la artritis reumatoidea y la AP tienen diferentes mecanismos subyacentes.
Por el contrario, la fisiopatología de los trastornos cutáneos psoriásicos y de la enfermedad articular se superponen considerablemente. Sin embargo, en la AP, la ciclosporina y el metotrexato son más eficaces que la leflunomida. Estos hallazgos, junto con a la mayor respuesta a los agentes dirigidos a la IL-12-IL-23 en la piel, comparados con la respuesta en las articulaciones, subrayan los mecanismos divergentes de la inflamación en las placas psoriásicas y las articulaciones.
Aún no se dispone de un algoritmo de tratamiento específico para la AP juvenil que esté respaldado por evidencia de alto nivel. Las recomendaciones actuales siguen las guías para la artritis idiopática juvenil y se basan en las mediciones de la actividad de la enfermedad, incluyendo el número de articulaciones activas, los marcadores inflamatorios (velocidad de eritrosedimentación o nivel de proteína C reactiva) y las evaluaciones globales del médico y del paciente o de los padres.
Para planificar el tratamiento inicial y el escalonamiento de las dosis también se pueden utilizar indicadores de mal pronóstico como la afectación de ciertas articulaciones (por ej., cadera, muñeca, tobillo, columna cervical y sacroilíaca) y la presencia de signos de daño radiográfico.
Además de la farmacoterapia, se debe asesorar al paciente sobre la importancia de controlar la inflamación. La modificación del estilo de vida, incluyendo la cesación de fumar, el adelgazamiento, la protección de las articulaciones, la actividad física y el ejercicio, así como el manejo del estrés, también es vital para el tratamiento de la AP.
Resumen y comentario objetivo: Dra. Marta Papponetti

martes, 23 de abril de 2019

Infección urinaria, requiem para un peso pesado

Infección urinaria, requiem para un peso pesado
Novedoso enfoque para una vieja enfermedad que quizás no sea talAutor: Finucane TE J Am Geriatr Soc 19 May 2017
Resumen
  • El diagnóstico de “infección urinaria” (“IU”) es ambiguo, sobreutilizado y puede llevar a la antibioticoterapia excesiva y perjudicial. La “bacteriuria significativa”, central en la mayoría de las definiciones de “IU,” no identifica a las personas que se beneficiarán con el tratamiento. Los “síntomas urinarios” también son poco informativos. La bacteriuria y los síntomas remiten y recidivan de manera espontánea. La utilidad del tratamiento es escasa. El tratamiento por “IU” en ancianos con delirio y bacteriuria está muy difundido, pero no hay evidencia que lo avale y los especialistas no lo aprueban.
     
  • Las pruebas diagnósticas actuales demuestran que las vías urinarias tienen una flora bacteriana ubicua y compleja. El reconocimiento de este microbioma, indetectable con los métodos de cultivo actuales, brinda una nueva perspectiva de la “IU.” La mayoría de las personas que reciben tratamiento por “IU” probablemente estarían mejor sin este. Los ancianos enfrentan riesgos especiales. Infecciones invasivas, como la pielonefrritis y la bacteriuria bacterémica también son “IU.”
     
  • Hacer hincapié sobre la importancia del microbioma y emplear el término “disbiosis de las vías urinarias” en lugar de “IU” también podría ser útil y quizás estimularía el estudio de las relaciones entre huésped, envejecimiento, microbioma, enfermedad y antibioticoterapia

La infección urinaria (IU) es uno de los motivos más frecuentes de indicación de antibioticoterapia. Su definición es ambigua (ver Cuadro), al igual que las definiciones de “bacteriuria significativa” y “síntomas de las vías urinarias”—dos criterios que se citan con frecuencia.  Esta ambigüedades, a veces acompañadas por la creencia de que las “bacterias no son habitantes normales de las vías urinarias” 1 estimulan el tratamiento excesivo de la bacteriuria.
Los adultos mayores están especialmente en peligro. Los paradigmas terapéuticos actuales dependen para el diagnóstico de la bacteriuria identificada mediante los urocultivos estándar, que de ahora en más los autores llamarán “ bacteriuria estándar”. Evidencia clara muestra que la orina no es estéril2 sino que en las vías urinarias hay un microbioma complejo, generalmente beneficioso. Estos datos no suelen estar integrados a la práctica médica. Reconocer la importancia del microbioma urinario podría servir para limitar el tratamiento excesivo.
Cuadro. Definiciones de infección urinaria
Definición
Ejemplo
Bacteriuria
En todos los estudios, la infección urinaria se definió por la presencia de bacteriuria.
Bacteriuria y síntomas urinarios
La infección urinaria se refiere a bacteriuria importante en un paciente con síntomas o signos atribuibles a a las vías urinarias y no a otras fuentes. La bacteriuria asintomática se refiere a bacteriuria importante en un paciente sin síntomas o signos atribuibles a las vías urinarias. La bacteriuria es un término inespecífico que se refiere a la combinación de infección urinaria y de bacteriuria asintomática.
Síntomas urinarios
Estudio que describe la evolución de una infección baja de las vías urinarias (incluyendo mujeres), con necesidad urgente de orinar, disuria, dolor suprapúbico y dolor lumbar.
Subconjunto de infección urinaria
Infección urinaria causada por catéter, bacteriuria asintomática por catéter y bacteriuria por catéter se consideran infección urinaria, porque las bacterias no habitan normalmente las vías urinarias.
Este artículo se limita a adultos médicamente estables, sin sonda urinaria y sin anomalías estructurales o funcionales de las vías urinarias. La mayoría de los estudios son en mujeres jóvenes y de mediana edad, mientras que los datos sobre hombres y adultos mayores son mucho más escasos.


 DIAGNÓSTICO ACTUAL
 “Bacteriuria”
Los cultivos en agar, empleados desde el siglo XIX para determinar la  presencia o ausencia de bacterias, se emplean para establecer si la orina es estéril o si hay bacteriuria. (De ahora en más se emplearán los  términos “bacteriuria asintomática” y “bacteriuria significativa” para referirnos a la bacteriuria identificada mediante cultivos en agar, estándar bacteriuria, como se hace en la práctica actual.)
♦ “Bacteriuria significativa”
En 1956 se propuso que la contaminación se podía distinguir de la verdadera bacteriuria cuantificando el número de bacterias en la orina. “Verdadera bacteriuria” significaba la bacteriuria producida por la multiplicación de bacterias en las vías urinarias.
Estudios clínicos posteriores definieron la “bacteriuria significativa” con umbrales de 100 a 100000 bacterias por ml.7 La importancia de la “bacteriuria significativa” es que con estas cifras es improbable que la bacteriuria haya sido por contaminación de la muestra. Ningún umbral para el recuento de colonias identifica a las personas con más probabilidades de enfermarse o de beneficiarse con la antibioticoterapia.
♦ “Síntomas referibles a las vías urinarias”
La definición y la comprobación de “síntomas de las vías urinarias” son muy imprecisas. Una revisión sistemática de los síntomas y signos para diagnosticar “IU,” que se definió como bacteriuria significativa, halló que ninguno de los estudios identificados describía la precisión de la anamnesis o el examen físico para el diagnóstico de IU. La prevalencia de bacteriuria significativa en personas con síntomas urinarios fue del 48%.7
Un estudio anterior mostró que los “síntomas de las vías urinarias inferiores” no se relacionan con la bacteriuria estándar en hombres y mujeres ancianos ambulatorios no disúricos (media de edad 85 años). Se emplearon cuestionarios sobre los síntomas y urocultivos seriados para identificar un grupo de personas que tenían bacteriuria estándar en un momento y no la tenían en otro.
El cuestionario interrogaba sobre síntomas de las urinarias inferiores además de la disuria (por ejemplo, polaquiuria, necesidad imperiosa de orinar, dolor suprapúbico) y sobre síntomas de malestar (anorexia, trastornos del sueño, fatiga, malestar general, debilidad). No se hallaron diferencias en los síntomas cuando las personas con bacteriuria se compararon con ellas mismas cuando no tenían bacteriuria. La bacteriuria sin disuria en los ancianos parece ser asintomática.8
Los síntomas de las vías urinarias no necesariamente indican riesgo o presencia de “bacteriuria bacterémica” o de pielonefritis.
En un estudio representativo de personas con bacteremia, con las mismas especies bacterianas en el urocultivo y con comprobación de los síntomas, solo uno de 37 participantes de 75 y más años tuvo disuria.9 En pacientes con diagnóstico de pielonefritis, los síntomas urinarios son tan infrecuentes que no están integrados a muchas definiciones clínicas.
♦ Piuria
La piuria es frecuente en adultos ancianos con bacteriuria. Ninguna evidencia sugiere que estos pacientes se beneficiarán con la antibioticoterapia. La piuria que acompaña a la bacteriuria no es indicación de tratamiento con antibióticos.3

► TRATAMIENTO ACTUAL
♦ Cistitis aguda no complicada
La cistitis aguda no complicada raras veces progresa a enfermedad grave, aunque no reciba tratamiento
La antibioticoterapia para pacientes con disuria aguda y bacteriuria significativa esla norma, pero la única utilidad que muestran cinco estudios aleatorizados controlados es que los síntomas mejoran un poco antes.10 En los dos estudios que comunicaron episodios de pielonefritis y en un metanálisis de cinco estudios de antibioticoterapia, la incidencia de pielonefritis fue baja y aproximadamente igual en los que recibieron placebo y en los que recibieron antibióticos.11
Un estudio aleatorizado de unas 500 mujeres menores de 65 años comparó el ibuprofeno con la fosfomicina para el tratamiento de la cistitis aguda. La incidencia de pielonefritis fue aproximadamente la misma en ambos grupos y todas las mujeres se recuperaron totalmente. La mejoría sintomática en mujeres con cistitis aguda asignadas a ibuprofeno se produjo alrededor de un día más tarde que en las mujeres tratadas con antibióticos. Un analgésico urinario seguro y eficaz sería un adelanto importante para disminuir el empleo de antibióticos.12
La cistitis aguda no complicada raras veces progresa a enfermedad grave, aunque no reciba tratamiento. Por eso, el objetivo terapéutico principal es aliviar los síntomas.13
♦ Bacteriuria asintomática
El tratamiento de la bacteriuria asintomática es útil para las mujeres embarazadas y las personas con procedimientos urinarios invasivos programados. Evidencia sólida confirma que la antibioticoterapia no es útil para otros grupos, incluidos los hombres y mujeres ancianos.
♦ Delirio y otros síndromes geriátricos
No hay evidencia de que el tratamiento de la bacteriuria mejore la evolución en personas con delirio, caídas, confusión y otros síndromes geriátricos.17,18 Las recomendaciones no aconsejan  realizar estudios para el diagnóstico o el tratamiento de “IU” en personas asintomáticas y pacientes sin sonda urinaria aunque tengan fiebre.
Pese a esto la práctica de realizar un urocultivo es extremadamente frecuente. Los tres motivos más comunes para efectuarlo en ancianos son alteración del estado mental, cambios de conducta y cambios en las características de la orina
♦ Sepsis
En pacientes con sospecha de sepsis que no se encuentran en la unidad de cuidados intensivos, el Quick Sequential [Sepsis-related] Organ Failure Assessment identifica a las personas de alto riesgo si están presentes dos o tres de los siguientes criterios: frecuencia respiratoria > 22 por minuto, frecuencia cardíaca > 100 por minuto y alteración del estado mental con puntaje de la Glasgow Coma Scale < 15. 20
El delirio se presenta en varias afeccione graves, pero en las personas con reserva cognitiva limitada, una perturbación menor puede desencadenar delirio. En los que se encuentran estables se recomienda vigilancia sin tratamiento antibiótico.17Decidir cuándo una persona está lo suficientemente enferma para recibir antibióticos constituye un desafío. La presencia de bacteriruria estándar no debe ser parte de esa decisión.
♦ Cirugía de reemplazo articular
Un estudio de 1.497 personas sometidas a cirugía de reemplazo articular, detectó bacteriuria asintomática en el 12 .en el seguimiento al año la tasa de infección de la prótesis articular fue tres veces mayor en personas con bacteriuria (4.3%) que en aquellas sin bacteriuria (1.4%), pero el tratamiento antibiótico de la bacteriuria no redujo el riesgo de infección.
Los gérmenes aislados en las infecciones de la prótesis articular no fueron los mismos que los de la orina previa a la operación en ningún paciente con bacteriuria asintomática.21 Como sucede con los casos nuevos de delirio, la bacteriuria parece ser más un marcador de vulnerabilidad que una causa de enfermedad.

► CONOCIMIENTOS SOBRE EL MICROBIOMA
La posibilidad biológica de vías urinarias estériles es bastante escasa.
♦ Vías urinarias
Las vías urinarias se extienden desde la cápsula de Bowman hasta el orificio uretral. La producción continua de orina brinda a los microbios perineales y ascendentes un aporte seguro de nutrición. La posibilidad biológica de vías urinarias estériles es bastante escasa.
♦ Infección
Técnicas de secuenciación genética identificaron una comunidad diversa, ubicua de especies bacterianas en las vías urinarias que no se pueden cultivar con las técnicas estándar,22 de aquí en más llamadas bacterias incultivables. La viabilidad de la mayoría de las bacterias incultivables se confirmó empleando urocultivos cuantitativos, más sensibles.2 También se identificaron colonias bacterianas intracelulares y un viroma urinario ubicuo, no detectado con los cultivos estándar.4
La importancia patógena de las bacterias incultivables es desconocida. Un estudio sugiere que las poblaciones microbianas pueden ser importantes en la patogenia. Basar el tratamiento antibiótico sobre los resultados de los cultivos estándar es difícil de justificar y no fue de utilidad en personas con bacteriuria asintomática o cistitis aguda.
Un estudio de 673 mujeres (media de edad 39 años) con bacteriuria asintomática y antecedentes de “IU sintomática” recurrente demostró probable daño al microbioma debido a la antibioticoterapia. Las mujeres aleatorizadas a recibir tratamiento fueron más proclives a sufrir “IU sintomática” durante un año de seguimiento que aquellas aleatorizadas a no recibir tratamiento.
Los autores llegan a la conclusión de que la bacteriuria asintomática puede tener efecto protector para prevenir la recurrencia sintomática.23 En los 27 meses siguientes de seguimiento, la “IU sintomática”, recurrente y la prevalencia de bacterias resistentes a los antibióticos fueron significativamente mayores, la calidad de vida mucho peor y la pielonefritis más frecuente, aunque no significativamente, en el grupo tratado.24

► CONCLUSIÓN
La bacteriuria significativa y los síntomas urinarios son frecuentes, a menudo ocurren juntos y en general se resuelven espontáneamente. Ninguno se relaciona estrechamente con enfermedad grave de las vías urinarias o con la probabilidad de beneficiarse con el tratamiento antibiótico, con las limitadas excepciones señaladas más arriba. En las personas con bacteriuria estándar que sufren síndromes geriátricos, como delirio, ningún dato sugiere que el tratamiento sea beneficioso. No obstante, el tratamiento por “IU” es frecuente en las personas con síntomas, bacteriuria o ambos y en aquellos con delirio y bacteriuria estándar.
Los intentos de mejorar el tratamiento de la bacteriuria en ancianos enfrentan problemas clínicos conocidos.
  1. Primero, los estudios clínicos se centran principalmente en personas más jóvenes. La mayor prevalencia de anomalías estructurales y funcionales de las vías urinarias, las dificultades con la movilidad y el deterioro de la función inmunológica pueden alterar los beneficios del tratamiento de manera impredecible.
     
  2. Segundo, los perjuicios causados por el subtratamiento de una enfermedad invasiva pueden ser graves. Tercero, los daños del tratamiento excesivo también pueden ser graves. Los estudios de los síntomas, de los datos de las tiras reactivas y de los recuentos de colonias en los cultivos estándar no pueden definir qué subconjuntos de personas se podrán beneficiar con los antibióticos.
Las estrategias terapéuticas actuales lógicamente exigen la improbable creencia de que los únicos gérmenes identificables en un cultivo en agar son los que deben preocupar. Una explicación más probable, aunque menos lógica sería un error cognitivo característico: “Lo que se ve es lo único que hay.” Muchas decisiones se toman sin pensar, confiando solo en la evidencia fácilmente accesible.25 Las decisiones terapéuticas a menudo parecen confiar en el diagnóstico de “IU” para justificar el tratamiento.
En la decisión de tratar la bacteriuria en un caso nuevo de delirio, por ejemplo, la infección puede causar delirio,  La “IU” es una infección (un paso clave), la bacteriuria estándar es una “IU,” la antibioticoterapia para la bacteriuria estándar debería contribuir a resolver el delirio y éste con frecuencia se resuelve con el tratamiento. La calidad de este argumento es lo bastante buena como para que los médicos habitualmente ignoren dos datos reproducibles, pero menos accesibles de inmediato.
  1. Primero, todas las personas tienen bacteriuria, con delirio o sin él.
  2. Segundo, ambos, el delirio y la bacteriuria se pueden resolver espontáneamente.
Un estudio pequeño sugiere que el término “IU” tiene gran importancia en las decisiones de efectuar tratamiento. Cuando las muestras urinarias obtenidas de pacientes hospitalizados, sin sonda urinaria (media de edad 79 años) fueron positivas, los resultados no se informaron a los médicos. En cambio se agregó el siguiente informe a la historia clínica electrónica.
“La mayoría de los urocultivos positivos de los pacientes hospitalizados sin sonda urinaria permanente representan bacteriuria asintomática. Si usted tiene la firme sospecha de que su paciente sufre una infección urinaria, por favor llame al laboratorio de microbiología.” Los médicos llamaron solo por cinco de los 37 informes modificados y el tratamiento con antibióticos descendió del 48% al 12%. A las 72 horas ningún  paciente sufría una “IU” o sepsis.26 Simplemente poner de manifiesto la ambigüedad de la “IU” disminuyó el tratamiento excesivo.
Hacerlo repetidamente, por ejemplo escribir IU entre comillas podría ser igualmente eficaz.15 Una nueva nomenclatura parecería también ser importante. Reemplazar “IU” por “bacteriuria” más los modificadores parece preferible (por ej., bacteriuria con disuria, bacteriuria con delirio). La frase “disbiosis de las vías urinarias” se podría aplicar a la mayoría de las ahora llamadas “IU” sin la connotación de que los antibióticos estén indicados.
Es probable que el análisis cuidadoso de los riesgos y beneficios disminuya el empleo excesivo de antibióticos. A los pacientes con cistitis aguda no complicada, se les debería revelar el beneficio limitado (mejoría de los síntomas) y los riesgos importantes de la antibioticoterapia y muchos de ellos aceptarían el tratamiento sintomático.
La toma de decisiones con o en nombre de quienes residen hace tiempo en institutos geriátricos y comienzan a sufrir delirio debería también incluir la revelación de la gran prevalencia de bacteriuria asintomática en los residentes estables, la correspondiente probabilidad de que la bacteriuria sea coincidente, la falta de evidencia de la utilidad del tratamiento, los riesgos del mismo y el consejo de especialistas contra el tratamiento.
La educación del público también ayudaría, ya que algunos pacientes y sus familias esperan tratamiento antibiótico al escuchar el diagnóstico de “IU“ La “IU” sigue fuertemente arraigada en la medicina, reforzada por la familiaridad, la conveniencia y los resultados en general buenos después de la antibioticoterapia en síndromes que suelen ser autolimitados.
Los médicos que consideran la antibioticoterapia frente a una “IU” no se deben preguntar si el paciente tiene una verdadera “IU”, sino si hay evidencia de que el tratamiento antibiótico para la bacteriuria estándar tenga más probabilidad de beneficiar en lugar de perjudicar a ese paciente. Estudios del microbioma sugieren que el tratamiento es aún menos beneficioso y más perjudicial de lo que se cree. He aquí una gran oportunidad para mejorar la salud pública.
Resumen y comentario objetivo: Dr. Ricardo Ferreira